¿DESDE CUÁNDO HAY TAXIS EN MÉXICO?
Es increíble que ahora haya más de 100 mil taxis operando en el Distrito Federal y casi 15 mil en la zona metropolitana de Guadalajara, las dos ciudades más grandes del país, pero ¿Cuáles son los orígenes de los vehículos de alquiler en México, quién fue el primer taxista y cómo y cuándo surgió la primera empresa del sector?
Como muchas otras cosas en el transporte y el comercio nacional, los orígenes de los coches de alquiler se remontan a la colonia española a finales del siglo XVIII, cuando el coronel Don Antonio Valdés Murgia y Saldanha, editor de la Gaceta de México, solicitó y recibió permiso del gobierno virreinal para establecer una plaza portuaria en la capital.
El primer servicio se celebró el 15 de agosto de 1793.
Luis González Obregón, en su obra México Viejo, informa que Valdés recibió del segundo Conde de Revillagigedo dicho permiso como privilegio exclusivo por decreto del 20 de julio de 1793.
Así, el 15 de agosto de ese mismo año, se liberaron ocho coches alquilados, que se ubicaron de dos en dos en la calle Portal de Mercaderes, en la plazoleta de Santo Domingo, en la calle del Palacio Arzobispal o La Moneda y los dos últimos frente a la administración de la propia empresa, ubicada en la calle Zuleta Nº 12.
Colores de los vehículos y uniformes de los cocheros.
González Obregón explica que estos primeros carros de asedio se llamaban «Coches de Providencia»: eran de sopandi, sin pescante, con ribetes amarillos, y las ruedas eran rojas, con un medallón en la parte trasera en el que se inscribía el número, y en la ventana de la parte delantera había un farol que se encendía después de la oración nocturna. Llevaban un reloj para saber la hora a la que se cogía o se dejaba el carro. Era arrastrado por un armazón de mulas, en una de las cuales iba el cochero, vestido con una librea que consistía en una capa y pantalones azules, chupín, cuello y torretas rojas, y en ésta y en el cuello y las carteras de la capa una banda sombreada en varios colores.
Una hora valía cuatro reales, de día y de noche.
Cada cochero llevaba una caja de metal en la que ponía el dinero del hombre que alquilaba el carro. Una hora valía cuatro reales, dos por un cuarto de hora y los mismos cuatro reales por media hora, fuera de día o de noche, tranquilo o lluvioso.
En los carruajes no podían ir más de cuatro personas, ni siquiera en la parte de atrás o en la tabla, «a no ser que fuera un empleado de los que lo contrataron…».
En 1802 se otorgó una nueva concesión por diez años.
Antonio Valdés disfrutó de este privilegio hasta 1802, cuando se otorgó una nueva concesión de diez años a Carlos Franco y Antonio Bananelli. Ya entonces el número de vagones era de 30, «cerrados, sin cortinas, persianas o barras para cubrir a las personas que estaban dentro». También se reformó la librea, que consistía en «un sombrero con tres puntos, una casaca y unos calzones de un solo color, una chaqueta, solapas y cuello de oro y una banda de hilo de color en el mismo cuello, solapas y carteras de la casaca».
Por su parte, Manuel Orozco y Berra dice que los carros se colocarán todos los días de siete a una y de tres de la tarde a diez de la noche, doce de ellos frente al atrio de la catedral, dos en la calle del palacio arzobispal, cuatro en la plaza Santo Domingo, dos en la plaza de Jesús y los diez restantes en la casa del proveedor.
La ordenanza correspondiente estipulaba que si un hombre y una mujer se presentaban al mismo tiempo a recoger un coche, el segundo tendría preferencia por su sexo.
Además, nadie podía alquilar un coche bajo la amenaza de pagar una multa de 50 pesos la primera vez, 100 pesos la segunda y la pérdida del coche y la mula la tercera.
En 1891, poco antes de la llegada del automóvil, había unos 300 carros tirados por mulas en Ciudad de México. Estos carruajes siguieron luchando con la modernidad durante muchos años hasta convertirse en un transporte de lujo, como es el caso de los coloridos coches de caballos que hoy sirven a los turistas en el centro histórico de Guadalajara.
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