Un programa académico de calidad se reconoce por el mejoramiento continuo en los procesos de formación profesional integral.
El tránsito a la “alta calidad” académica se construye en la cultura de la autorreflexión y la reflexión compartida, la autoevaluación periódica de los programas, su capacidad de autorregularse e innovar en los procesos de formación e impacto de esta en la sociedad.