ETAPA 1.

Relatar el territorio

Creación de relato de recorrido por el campus a partir de las conversaciones de los círculos de escucha

Este relato debe ser grabado en la emisora de la UTP y cargado para libre consulta, descarga y divulgación vía WhatsApp o desde la página web de la Institución, el blog de la MEC y cuentas de soundcloud vinculadas a las redes sociales de la VRSyBU. Durante el recorrido cada persona debe contar con audífonos y un celular desde donde reproducirá la pieza sonora que le servirá de itinerario; de manera que pueda seguir el relato, responder las preguntas, realizar las acciones y meditar en las reflexiones que se le proponen al oído, en su propio ritmo.

(Relato escrito para ser grabado como guion sonoro de un recorrido dentro del campus):

Punto de inicio del recorrido: Entrada bloque L, edificio 15.

> Iniciar audio…

Déjennos decírselo al oído. Demos juntos un paseo por el Campus de la Universidad Tecnológica de Pereira, acompañados por un relato que se tejió en colaboración con estudiantes de diferentes generaciones y programas académicos, que aportaron sus experiencias y memorias para la construcción de este guion. 

A veces los mapas se levantan desde ejercicios de poder -apropiándose de los territorios a través de relaciones de dominio, límites de separación y conductas de explotación-; otras veces surgen como huellas de un trazado que caso de las formas de vida coexistentes en determinado lugar, gracias al entendimiento de sus condiciones. Esta Universidad pública crece en medio de un ecosistema acogedor, rodeada de bosques nativos y espacios que hacen eco de una comunicación entre especies, rica en matices y diversidades. Por esto, proponemos un itinerario para seguir imaginando la riqueza de un campus, producto del cuidado colectivo y el intercambio afectivo de una comunidad que reconoce el sentido que entraña hacer parte de la UTP.

> Puente peatonal sobre el humedal del Bloque L: Quítese los audífonos o pause el audio unos minutos; escuche el bosque, mire hacia el frente, mire hacia abajo, cuente con los dedos ¿cuántas especies de plantas alcanza a identificar?

Continúe…

Las conversaciones que dieron lugar a esta guía para su travesía sensible por la Universidad Tecnológica de Pereira sucedieron sobre colchas de retazos, sobre telas coloridas, en círculos ampliados donde estudiantes de diferentes programas tomaban la palabra para discurrir por el campus, con anécdotas, experiencias y situaciones paradójicas que se entrecruzaban y ampliaban en un juego inusitado de complicidades, deseos y, sobre todo, gratitud por el privilegio que representa estudiar en una Universidad como la UTP. La manera como estos diálogos se tejieron, sirve de metáfora al collage de voces que reúne este relato. Así, cuando alguien se expresa, esa persona en singular somos una pluralidad de seres, imaginando destinatarios también múltiples.

Esta no es una versión oficial fundamentada en datos historiográficos; se trata de un intercambio subjetivo de especificidades, producto de la presencia atemporal de las experiencias y memorias que nos acompañan y de las que heredamos de maestros, compañeros de clase o parientes que también hicieron tránsito por esta universidad. Valoramos la historia y entendemos su responsabilidad con la integridad de la narrativa, sin embargo, aquí, en estos trayectos no hay mayor responsabilidad que la de cuidar la honestidad de los pedazos de vida real que conocemos.

> Después de salir del túnel, tome las escaleras a su derecha y siga el camino sugerido hasta llegar a una plazoleta Jorge Roa Martínez en donde encontrará una fuente, esculturas y jardines exuberantes. Está entre los edificios 1, 3, 4 y 5 donde se conectan la zona administrativa; las Facultades de Ciencias Básicas, Ingeniería Mecánica, Ciencias Empresariales; y el edificio de Admisiones, Registro y Control Académico.

Con frecuencia una pregunta o el instructivo de una acción interrumpirá el relato; en esos momentos ponga en pausa el audio, queremos hacer de su caminar un ejercicio poético, invitarles a la creación y a la reflexión. Tal vez pensar nuestra vida en el ecosistema de este bosque nativo interrumpido por infraestructuras del saber, sirva a la invención de utopías y futuros mejores, no improbables.

> Observe durante 10 minutos qué está pasando en las ventanillas del edificio de Admisiones, Registro y Control Académico. Un minuto por cada Facultad de la UTP. Si no hay nadie afuera, no se aburra, acérquese a conversar con las personas que atienden detrás de cada ventanilla, pregúnteles qué hacen, o cuánto hace que trabajan allí, o qué preguntas les hacen con mayor frecuencia… también puede ser interesante saber cómo les parece el campus.

Continúe caminando despacio hacia arriba, a la derecha está la Cafetería Central, conocida por todos como «El Galpón», a la izquierda el Quiosco de frutas, más adelante el Planetario, edificios 6, 7, 8, 9, 10… Llévese un vaso de jugo para el recorrido.

Soplos, murmullos, nervios auditivos en sintonía, sentires, emociones y sensibilidades, oyentes, palabras mudas, manos sonoras. Compartimos en torno a la palabra que circula, y pasamos de un pensamiento individual a una conversa colectiva. Así se viven estos espacios universitarios que nos han atravesado y que han sido refugio y punto de fuga, a la vez. Tenemos la certeza de que la universidad, más que un conjunto de edificio, es un puerto o un lugar de anclaje donde convergen los saberes, enriquecidos por los matices de diversas culturas y lenguajes. Al hablar y guardar silencio para poder escuchar la otra palabra, se produce un espacio nuevo, donde lo que yo digo se junta con lo que tú, él, ella, elle dicen; encontramos maneras de recorrer con la palabra, habitar con la imaginación.

Así empieza un discurso reportado con fidelidad, la construcción anónima que cita las múltiples voces que habitan este territorio: «toda la vida soñar estar aquí», «querer ir a la universidad» y haberlo conseguido es la mayor conquista de nuestros estudiantes. Las nubes no son serias, porque cuando llueve en Pereira no llueve en toda la ciudad, sucede entonces que algunos llegamos mojados a la U, donde otros están secos; ¿cómo puede incluso la realidad meteorológica ser tan distinta entre nosotros? Esta separación radical de nuestras circunstancias hace frágiles nuestras soledades; hay «admitidos», «no admitidos», «en lista de espera», hay quienes tienen mayores probabilidades de perder el parcial porque tienen frío y los zapatos mojados. Hay quienes estudian y trabajan, y están quienes «pues no trabajamos, gracias a Dios» porque nuestros padres nos pagan el estudio.

>Saboree el jugo de su fruta preferida mientras camina por el sendero peatonal y pregúntese: ¿cuándo se ha mojado mientras otras personas están secas?, o siéntese en una mesa del Galpón y escriba una revolución de la que le gustaría ser testigo en el mundo. Continúe escuchando este breve relato…

En medio de esta soledad, uno necesita a otros para conversar, dice un joven. Es cierto que también uno conversa consigo mismo, es una cosa bastante bella, que da risa, estarse preguntando y respondiendo cosas. Pero conversar implica algo complicado para las sociedades contemporáneas, que es la escucha… tenemos poco tiempo para escuchar en silencio. Siempre estamos pensando en tomar la palabra, quizás si escucháramos más no tendríamos tantas dificultades para comprender nuestras necesidades y las de los demás.

>Continúe el recorrido por el camino peatonal que tiene a la izquierda el bosque fértil del Jardín Botánico. A la derecha están las Facultades de Tecnología, Ciencias de la Educación, la Biblioteca, Ciencias Ambientales… Haga una pausa en el prado contiguo al Planetario, cerca del Guayacán amarillo, o en la fachada de ladrillo a la vista contiguo a la Facultad de Ciencias de la Educación.
Siéntese allí a escuchar mientras observa «las pintas» de las personas que pasan.
El recorrido continuará en medio de reflexiones y ejercicios en sitios específicos aportados por los estudiantes de la Universidad.

1. Ejercicio autónomo de la libertad

«Esta carrera yo la escogí»; «A los cinco años mi sueño no era ni siquiera ser profesional, sino ir a la universidad; yo le decía a mi papá ‘pá yo quiero entrar'»; «lo lindo de la gente de Bellas Artes y Humanidades es que intentan respetar esa expresión de las libertades individuales»; «creo que prima el espacio de la educación sobre el espacio del relajo»; «lo que a mí más me gusta de la universidad es la libertad que se tiene, que uno hace lo que se le da la gana, por ejemplo si estoy aburrido me voy para el H a escuchar a los muchachos allá o me voy a entrenar básquetbol o me voy a jugar pin pon, ajedrez o cualquier cosa, si quiero estar tranquilo me meto a la biblioteca, se puede hacer lo que uno quiera, a menos que sea época de parciales.»… 

Venir a estudiar lo que nos gusta, defender nuestra posibilidad de elegir, garantizar que el deseo sea suficiente, implica acciones conscientes, en muchos casos colectivas, que inciden cambios sobre las realidades compartidas, ¿qué nos ha impedido elegir?,¿solamente depende de otros esa restricción?

Una piscina, el gimnasio o la pista atlética, por ejemplo, pueden ser los lugares de nuestra libertad.
Sitios donde se aprende a nadar, donde se supera la depresión haciéndose a un cuerpo fuerte, donde las pasiones se convierten en becas que nos permiten acompañarnos de un equipo para transformar el miedo en confianza, o para podernos «tirar al mar, o al río, y saber que no nos vamos a ahogar».

> Siga caminando hasta la «media torta» de la Facultad de Ciencias Ambientales…

 En su diversidad, la Universidad permite que cada persona se exprese; y con esto también nos exige pensar el parámetro subjetivo de lo que nos molesta. El entendimiento de nuestra autonomía en correspondencia con aquello que nos hace comunidad, no por la obligación de un consenso, sino a causa del equilibrio de este sistema planetario en que vivimos con, entre, por distintas especies.

Podemos estar en desacuerdo, pero tenemos que estar juntos; ¿qué podemos hacer entonces?, habría que «moverse para pedir siquiera un espacio de respeto», «poder hacer relajo unos ratos, otros no». Cuando celebramos la imposibilidad de acceso de «autoridades externas» al Campus, reconocemos también la necesidad de una cohesión comunitaria en función del cuidado, la urgencia de «aprender a manejar las libertades», conservando la condición misma que nos protege en nuestra autonomía- este es un espacio dado al intercambio de saberes con vocación social-. Nos debemos unos a otros, en correspondencia y en corresponsabilidad.

¿Qué determina nuestra libertad: «Estar a la vista», «quedar expuestos», «ir y venir sin preocupación» o, por el contrario «esconderse», «huir», saberse «vigilado»?, ¿Acaso siempre podemos hacerlo todo?, ¿O la sensación de «sentirse libre» implica sentirse exonerado de consecuencias, de críticas o de situaciones que se oponen a nuestra voluntad?

> Haga una pausa para responderse estas preguntas, respire profundo, si siente olor a cigarrillo o a marihuana, y eso le molesta, procure una conversación respetuosa con las personas que están consumiendo; no agreda a los demás, no estigmatice a sus compañeros. En la universidad cabemos todos y juntos podemos encontrar maneras de regularnos, para seguir luchando por el sueño que nos impulsó a llegar hasta acá.

2. La amistad, el primer amor, perder la noción del tiempo

> Continúe caminando, cruce el Guaducto (puente peatonal de guadua) y avance hacia el Observatorio Astronómico del edificio 13, disfrute en el prado contiguo, recorra los espacios donde se conservan los hallazgos arqueológicos rescatados en la construcción de esta edificación, péguese a jugar frisbee, mire los novios dándose besos, dé besos… 

«Aquí me enamoré de mi carrera».

«Aquí conocí a mi amiga, toda mi vida estuve rodeada de mucha soledad, pero cuando llegué aquí, especialmente en el Jorge Roa conocí a mi amiga, mi vida cambio porque ya no era yo sola».

«Sobre todo la piscina, le cogí mucho amor a esa piscina»; «al comenzar pues conocí el amor, nos conocimos en la primera semana de Ilex, yo digo que es esa, sí, una de las memorias más marcadas».

«Justo en estos lugares compartí mucho con un amigo que ya no está, me acuerdo cuando traían acá ese bafle grandísimo y ponían salsa y nosotros nos poníamos a bailar ahí sin que nos importara que nos viera la gente o no, o llorando en esa banca, desahogándome, ahí, justo ahí».

«Aquí me enamoré de la docencia»;

«En el momento que llegue al campus y llegue a la facultad fue como amor a primera vista, con razón no había pasado en otro lugar, porque tú estás donde debes estar»…

¿Qué temporalidad le da la amistad a nuestro paso por la universidad? No hay tiempo mejor perdido que aquel que nos regala amigos. «Compañeros» es una palabra frecuente en la U, en los salones de clase, en las asambleas, en las anécdotas; junto con las materias, vamos viendo suceder nuestras vidas, acumulamos experiencias y, aunque no las vivamos precisamente «en carne propia», las apropiamos; así, todos los días, experimentamos formas distintas de ser y estar en el mundo. Almorzamos, jugamos, estudiamos y descansamos, en plural. Cambiamos y encontramos alguien que es testigo de eso; tal vez hemos llorado en silencio, un poco solos, pero aprendimos a ser más felices en compañía; nos enamoramos, de otros, pero también de nuestras carreras, de los saberes y las metas nobles que nos impulsan.

Juntos, envueltos en estos lazos de amistad tejidos en largas jornadas de clase y preparación para parciales, hemos dado forma a nuestro presente, nos hemos hecho a un lugar para imaginar el futuro de otra manera. Por eso podemos estar en este campus de muchas maneras, agitados por la premura del horario o simplemente empeñados en «mirar ‘pa arriba, a un lado, el verde, la hormiga…los perritos que siempre van de un lado a otro, el uno los soba, el otro les trae comida»… es que en la U observamos con alegría la solidaridad con la que cuidamos el crecimiento de la vida, no en términos de competencia «como si hubiera que ganársela», no, aquí todos estamos para salir adelante juntos.

> Continúe caminando hacia el Edificio 12, Bloque H, la Facultad de Bellas Artes y Humanidades, piense en sus amigos, piense en aquello que ama…

«llegar a la facultad, sentirme tan identificada con lo que vi, con la gente que estaba ahí, esa fue la señal de que era el lugar que esperaba, soy muy feliz de llevar el proceso acá, de la gente que he conocido, del lugar que habito, digamos que el H es un lugar al que casi nadie va porque queda muy lejos, muy arriba…la casa de los raros, los que hacen música, los que hacen cosas raras, pero sería muy bonito que todos los estudiantes de la universidad tuvieran un poquito de esa rareza».

Si se tratara solamente de estudiar, no se llamaría «vida universitaria». Recientemente el mundo atravesó una pandemia que comprobó la necesidad fundamental de la vida comunitaria: «hablar con una persona que se sentó al lado suyo en el galpón a almorzar a las 12:30 pm. porque no hay otra silla libre», o «sentarse junto a alguien en el pasillo porque usted necesita también el otro pedacito del enchufe». «Conexiones de cinco minutos» que, sin embargo, parecen extenderse en el tiempo del afecto, anticipando la mirada en retrospectiva para que todos podamos celebrar la sensación de una época disfrutada al máximo, con toda.

No hay tiempo que perder en monotonías, rutinas y aburrimientos; por el contrario, es urgente perder la noción del tiempo disfrutando este momento que podría ser único y preservarse para siempre: «muchas cosas, muchos cambios, marcan la universidad todos los días, en cada recorrido que uno hace por el campus uno se da cuenta: desde el aeropuerto, el tortazo, la Julita, pasando la cancha, la frutería, el jugo de mora con leche». Por eso uno dice que este lugar es «una segunda casa prácticamente», es más «a veces uno pasa más tiempo acá que en su propia casa y pasa más bueno». 

3. Conciencia política, responsabilidades que produce el saber

> Diríjase a la plaza Siqueiros, lugar de las asambleas estudiantiles en la Facultad de Bellas Artes, frente a los talleres de cerámica y grabado; observe el entorno, mire a sus colegas, escuche las sonoridades: un violín aquí, una flauta en la otra esquina, los acordes de una guitarra allá…

¿Qué revoluciona la vida universitaria en si tiempo?, ¿Cómo imaginamos la vida universitaria en términos de democracia y participación?

«La U, creo, es un espacio de representaciones mentales llevadas a la práctica por todos, en cualquier lugar donde uno se encuentre ve algo plasmado por alguien; yo estoy en Bellas Artes y allí todo mundo deja su huella en cualquier parte; en la cafetería me llamó mucho la atención una imagen de alguien cantando, y de esas notas musicales sale un billete… ¿qué estaba pensando la persona que dibujó eso?»

Aquellos que tenemos la fortuna de habitar la Universidad Pública nos preguntamos quiénes somos en un medio ambiente donde es posible, por ejemplo, vestirse con libertad y compartir las ideas. El lugar de lo público nos demanda el sueño que se esconde detrás del título que tendremos; nos interpela con las urgencias de una sociedad que, sobre todo, necesita que nos formemos como personas, como especies no devastadoras, que saben sobre el valor de la vida y la necesidad de preservarla. Es un lugar donde se sufre a causa de la responsabilidad, impuesta o autoimpuesta, y por el carácter apremiante de todas las cosas que nos comprometimos a hacer en nuestra condición de estudiantes.

> Mientras reflexiona sobre estos asuntos trascendentales, piense en un taller de grabado, en la imprenta, en la divulgación de los derechos del hombre, en los libros impresos, ¿recuerda el primer libro que leyó?, ¿la última noticia que le haya indignado?, encuentre a alguien y háblele de eso, construyan juntos una acción cotidiana que se pueda implementar para transformar la indignación en un proyecto…


Continúe caminando, vamos a devolvernos en el trayecto, esta vez no tomemos el Guaducto, vamos a salir por la portería de Bellas Artes, para caminar por la vía que conecta a la Universidad con la vereda Mundo Nuevo…

«Lo que más recuerdo está dentro de los paros, los gases lacrimógenos que nublan los ojos, el susto de no poder ver, sentir que la comunidad adentro se ayuda, sentir que nos importamos los unos a los otros, es otro nivel».

La Universidad, por sus características de interacción y reflexión colectiva, nos permite construir una conciencia política de cara al primer ejercicio electoral que asumimos. Es muy bonito saber que se tiene la edad y el derecho a elegir los gobernantes. En ocasiones es también el sitio donde se está más cerca de dinámicas de consumo de drogas y psicoactivos, que reclaman una decisión personal, pero, además, es el escenario para la toma de una posición colectiva frente a realidades que nos afectan como la violencia, las inequidades, la defensa de los derechos, la corrupción o la injusticia.

> Continúe en línea recta, no doble a la derecha en la esquina. Siga hasta encontrar las puertas de ingreso a las canchas múltiples.

4. El privilegio del tiempo libre vs. estudiar y trabajar

«Las zonas deportivas son lo que yo más disfruto, lo que me ha hecho tomarle cariño a la UTP, así aprovecho mi tiempo; si no estoy en esas zonas deportivas yo no haría prácticamente nada en mi casa, acá me recreo o incluso hago ejercicio, gracias a eso he ido a torneos…».

«Yo estudio y trabajo también, básicamente mi día empieza como a las cinco de la mañana y termina a las once de la noche, todos los días es así y uno, de cierta manera, se acostumbra».

«De la U me gusta bastante la tranquilidad, me parece un lugar muy chévere para gastar el tiempo libre que me queda; en la zona verde del trece mucha gente se tira con las sábanas, con sus cosas, se sientan ahí, muchas veces va la gente a bailar, me gusta mucho sentarme ahí, leer, pensar, ver cómo pasa el tiempo».

«En este momento de mi vida casi que estoy viniendo a la universidad a lo que es estrictamente necesario, porque trabajo y no tengo mucho tiempo, me he dado cuenta que esto también es algo que no es tan beneficioso para mí porque me estoy perdiendo muchas cosas que este espacio le ofrece a mi vida; básicamente estoy muy joven como para tornar mi vida tan monótona».

«Huecos» se les dice a los intervalos de tiempo «libre» entre una clase y otra, el mismo día. En la UTP éstos pueden «llenarse» de naturaleza, actividades físicas y deportivas, siestas en rincones frescos y silenciosos (a falta de sillones cómodos para el descanso, que todavía no tenemos en los edificios), clases de baile, de teatro, conversaciones en grupos de ayuda, fiesta… «relajo».

«Hueco» es también el sitio de donde salimos a costa de un gran esfuerzo. No poder disfrutar los espacios de la Universidad en el día debido al trabajo, y estudiar en la noche, es una realidad común que se asume con un propósito, mirando más allá del cansancio de los días.

Esto no debe evitar que nos demos a una crítica constructiva sobre el privilegio del tiempo libre, ¿tal vez el tiempo libre debería garantizarse como derecho?

5. El carácter inclusivo de la fiesta. El acto de resistencia de lo espontáneo frente a lo regulado

> Cruce por el parqueadero contiguo a las canchas múltiples, hacia el ingreso por la Biblioteca Jorge Roa Martínez.

«Una experiencia que tengo así muy presente, fue la primera semana de clase, el viernes nos reunimos con mis compañeros, colocamos música, empezamos a bailar, conversar, y se fue uniendo otra gente, de otras carreras y empezamos todos a bailar, a socializar y así fue que conocí gente de otras partes».
«Todos los espacios de la universidad me parecen artísticos, acogedores, amo el F, el de Ambiental, amo estar allá, es un espacio donde puedo hablar con gente, es un punto donde pude estar más abierta al diálogo; yo soy de un pueblo, allá era siempre lo mismo, aquí conocí personas de diferentes gustos sexuales, personas a quienes les gusta fumar, bueno diferentes mundos en diferentes personas, por eso amo profundamente la universidad».
«Entrar al Bellas Artes es un cuento, usted entra y escucha mil instrumentos, es muy genial».

Es impresionante ver repetirse los comentarios sobre lo inconveniente que es la risa. Cuando la legislación dicta el silencio, ella irrumpe con espontaneidad revolucionando los órdenes conocidos en favor de las singularidades. Imposible aquí no recordar que Michel Foucault relata cómo leyendo la clasificación de los animales de Borges fue sujeto de una risa que le sacudió «todo lo familiar al pensamiento», dando origen a la Arqueología del saber. Nos gusta reírnos, «es muy chévere venir a la universidad a reírnos», aunque nos regañen muchas veces; esta alegría desenreda los misterios del proyecto de «programación» que no sabemos cómo hacer, de los ejercicio de «lineal» que no alcanzamos a realizar…En fin, el murmullo de los instrumentos lleva nuestro pensamiento y «nos parece fiesta», nos deja ser.

> Déjese llevar, ¿a dónde quiere ir?, ¿qué música quiere bailar?, ¿qué le hace reír? …haga parche, ojalá bajaran bailando hasta el Edificio 2, Bienestar Universitario, la piscina, la pista de atletismo, las canchas de tenis, los senderos de bosque…

6. Universidad refugio, hogar: el gozo en el silencio de la naturaleza

«Siempre tuve en el corazón esta universidad, aunque no la conocía, algunas veces que tenía la tarde libre en el seminario, decía me voy a ir a la Universidad Tecnológica a dar una vuelta; quiero ponerme allí en ese contexto, quiero ver qué es eso, porque para mí era un enigma y efectivamente esta universidad es un enigma y es mágica». 

«Me encanta el medio ambiente que rodea esta universidad; el Jardín Botánico que no creí que tuviera ese tesoro de la naturaleza, propio de la universidad, siento esta Universidad como mía, como que me aferré a ella y es un sueño que estoy cumpliendo, estar acá.».

«A mí lo que más me gusta de la universidad son las zonas verdes, me fascinan, yo me conecto muy bien con la naturaleza, le da paz a mi alma y también cuando uno se sienta por allá por las canchas, eso es súper relajante».

«Fui a buscar un pequeño bosque, un compañero me llevó por allá, salíamos de una clase y me dijo «¿usted sabía de este bosque que hay por acá?» y yo le dije no, es detrás de las canchas y nos fuimos por allá, había unos árboles grandes y como como que «¡waooo!, qué es esto», me gustó mucho, cuando tenía tiempo iba otra vez a recorrerlo».

La tierra habla silenciosamente una lengua que entendemos. Nos deja respirar, produce en nosotros palabras tranquilas; abre nuestra percepción; de repente escuchamos sonidos que no entendemos y con asombro queremos conocerlos más que rechazarlos. Disfrutamos su silencio lleno de presencias interconectadas. ¿somos acaso acogedores como este bosque?, ¿tiene límite nuestro afán de progreso?,¿cómo podrían escapar nuestras relaciones de conductas extractivistas?…

«Estudiar, recochar, hacer amigos, hablar y almorzar, ya, creo que es eso, en resumidas cuentas».