En Arbeláez, municipio de Cundinamarca, en la provincia de Sumapaz, en la granja El Mirador, a la sombra de guamos, nogales y arrayanes, se produce un café que, además de orgánico, es amable con los pájaros, con el ambiente, con los trabajadores y con los visitantes. El hecho de estar en medio de ese ambiente y de ese paisaje, es el causante de que ese café produzca verdadera inspiración en la gente que allí llega.
En esta granja con beneficio ecológico, con agua de nacimiento propio, se produce, se tuesta, se muele y se empaca el café Satori, que en Sen significa inspiración. Porque fueron las ganas de aportar algo al ambiente lo que inspiró a Francisco (su dueño) a producir café inspiración.
Quisiera que cada pequeño productor cafetero de Colombia, tuviera una inspiración y que en esa inspiración, cada una de las 500.000 familias cafeteras colombianas tomaran su café, lo tostaran, lo molieran, lo empacaran, si bien no individualmente, sí al menos por municipio. Y cada municipio cafetero de Colombia, además de empacar café, empacara sus propios aromas, sus propios sueños y sus propias ilusiones.
¿Por qué no vendemos todas y cada una de las libras de café que produce Colombia como café de origen? Que cada pueblo cuente su historia, su geografía, sus cualidades, sus bondades, sus ventajas y, especialmente, que cada pueblo cafetero le cuente al mundo donde está, cómo son sus gentes y cómo cultivan amor en forma de granos de café.
Que cada municipio cafetero de Colombia tenga la ilusión de vender su café con sus mariposas, sus pájaros y, en especial, con sus cantos.
Que además de café vendamos nuestros bellos atardeceres y nuestros claros y limpios amaneceres.
Tenemos que aprender a soñar y para soñar hay que tener qué soñar y nosotros tenemos mucho paisaje, muchas historias, muchos cuentos que bien contados son todo un espectáculo narrativo que otros quieren conocer y quisieran soñar.
Hoy queremos que muchos campesinos cafeteros colombianos tengan la ilusión de una Colombia mejor y de una caficultura mejor.