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Consejos de Adventicio 34: Cabuya

Resulta y acontece que hoy hablamos del fique, cabuya, pita, maguey, penca, chunta o cocuy, como se llama en los países andinos a esa hierba perenne de hasta 15 metros de altura que Linneo bautizara con el nombre de “Agave americana” y la ciencia moderna la llama: “Furcraea cabuya”.

Originaria de Centroamérica, el género se compone de más de 250 especies, las cuales han sido utilizadas desde hace muchísimos años por nuestros agricultores.

La fibra además de los muy conocidos costales con los que se exporta el mejor café del mundo, nuestro café colombiano, se utiliza en Bolivia para hacer sacos metaleros en los cuales empacaban los metales extraídos de la madre tierra. Los aztecas para sus documentos especiales hacían papel con esa maravillosa fibra.

En Perú, las fibras se utilizaron para la fabricación de sandalias, cordeles, canastos y una tela muy parecida a la con que los egipcios envolvían sus momias.  En España la usaron para tejer medias, guantes, encajes y con los jugos teñían las telas.

En medicina se usan la raíz, el tallo, las hojas, las flores y los cogollos para las más diversas enfermedades del hígado, de los riñones, de la sangre, del sistema digestivo y hasta para curar afecciones externas.

El agua del proceso del fique se usa como detergente para lavar la ropa. El tallo floral fue usado por nuestros mayores para la construcción.

Y como si fuera poco, doña Alicia en sus hervidos, nos cuenta que sirve para hacer cerveza, aguardiente, tequila, para comer en guiso y preparar deliciosos encurtidos.

Lo paradójico de todo lo anterior es que la cabuya, a pesar de usarse desde hace más de 500 años en América y en Europa en tan diversos usos, sean los fiqueros agricultores pobres.

Son pobres y seguirán siendo pobres y ningún estado por más que subsidie la fibra los sacará de la pobreza, si no miran el negocio desde otro ángulo, desde la óptica ZERI, de utilización racional, de utilización lógica, para que así puedan competir con las fibras sintéticas.

Pero resulta y acontece que de una planta de fique solo se utiliza entre el 2% y el 4% de la biomasa que produce el resto bagazo, jugos, etc se botan.

Resulta y acontece que del bagazo y los jugos que quedan de la obtención de la fibra, podemos obtener ácido cítrico y ácido láctico y el sólo ácido cítrico se puede vender a 3.000 dólares la tonelada.

Entonces resulta y acontece que no estamos mirando el sector agropecuario con la óptica correcta, tenemos que tener una visión más amplia del negocio, donde aprendamos a hacer más con lo mismo.

Resulta y acontece que si no pensamos, nos vamos a ir para el otro mundo con el cerebro sin estrenar.   Por favor, pensemos, aprovechemos el Congreso ZERI que se realizará en el Eje Cafetero en el mes de octubre para abrir la molleja y permitámonos mirar las otras muchas opciones de utilización que nos presenta el sector agropecuario.

Consejos de Adventicio: Abonos

abono

En la pasada edición de «TAREA AMBIENTAL» hablamos mucho sobre el cambio de la administración tradicional de nuestras fincas hacia una más moderna, en la  cual enfatizamos en disminuir la dependencia que tenemos  de los insumas químicos y de la necesidad de producir los abonos, insecticidas, fungicidas y hasta comida más saludable en nuestras propias explotaciones.

Otra práctica en la administración moderna, es empezar a pensar en el hombre como hombre y no como otro instrumento más de producción; es fomentar en cada uno de nuestros trabajadores el sentido de pertenencia hacia la empresa y esto no es más que esa persona que nos vende un servicio se sienta feliz de hacerlo y por tanto cada una de sus labores serán más eficientes, porque él deja de ser un eslabón más en el proceso y se convierte en parte importante de la finca.

Bueno está bien, pero ¿Cómo lograrlo?

Existen varias alternativas, muy aplicables en este caso a los jornaleros y recolectores de café… Piense:

Si usted va a un restaurante y si lo atienden bien y la comida es sabrosa, con seguridad usted vuelve. Pues bien, a los trabajadores de la finca les gusta la «lata», como ellos lo denominan buena, o sea comidas caseras, bien presentadas, sabrosas y aseadas, esto es tan cierto que muchas veces los trabajadores dejan las fincas porque la «lata es mala».

«‘Si usted lleva a vender su café a una compra de café o cooperativa, lo atienden bien y son justos con el valor que le retribuyen por el producto, usted obviamente preferirá ven­der su café en ese sitio.

Igualmente si un recolector o jornalero coge la cereza, se está esforzando por hacer muy bien su trabajo porque esa es su profesión y al momento de pesar, la cuenta no da… seguramente -está un día, pero no dos.

Ahora bien, ¿A quién le gusta dormir incómodo?

A nosotros no, pero muchas veces recorriendo fincas cafeteras uno ve unos cuarteles en condiciones infrahumanas, donde los trabajadores no tienen siquiera un baño para asearse, para sus necesidades normales y por supuesto sus camas deja mucho que desear.

Bueno, ustedes dirán, se enloqueció ADVENTICIO, ahora resulta que los malos del paseo somos nosotros y la verdad la cosa no es por allí, es simplemente una invitación para que recordemos que así unos tengamos y otros no, o que en su defecto unos mandemos y otros no, la diferencia no debe llevamos a olvidar que ambos somos hombres antes de tener plata, capital o poder y por lo tanto merecemos que nos traten como tal. Si por lo menos lo ensayamos podremos sentir cómo los trabajos rinden más, y cómo además de vivir en armonía con la naturaleza, podremos estar en armonía con nuestros semejantes.