Tenemos que insistir en el tema, la gran pandemia del siglo XXI es la obesidad. Patología responsable de las cuatro causas de mayor mortalidad en el mundo actual y, lo más grave, que es consecuencia de los malos hábitos alimentarios de la dieta occidental.

Tenemos la clara obligación de tomar cartas en el asunto, porque el tema tiene que ver con la seguridad alimentaria en lo que se refiere al aprovechamiento biológico y a la inocuidad de los alimentos.

Los alimentos procesados que se venden actualmente tienen gran responsabilidad en el tema de la obesidad, al estar estos cargados de azúcares y grasas que los hacen “ideales” para comercializar pero no para consumir. Además, los azúcares utilizados tienen la propiedad de inhibir la saciedad (sensación de llenura), lo cual hace que se coma más. Lo anterior, sumado a la estrategia de los fabricantes de alimentos que busca que “piquemos todo el día como gallinas”, y en consecuencia engordemos en lugar de alimentarnos. Y, como si no fuera suficiente, productos que son elaborados con algunos preservantes, conservantes, saborizantes, aditivos y demás agregados que tienen comprobados efectos contra la salud.

Es hora de actuar y aplicar correctivos para que los productores de alimentos se comprometan a fabricar productos que alimenten y no que “ali-maten”.

Es hora que el Ministerio de la Protección Social dicte las normas necesarias para regular la producción y venta de alimentos.

Es hora que el Ministerio de Educación Nacional imponga los hábitos alimentarios como tema central de una cátedra transversal de obligatorio cumplimiento en la educación primaria y secundaria.

Es hora que el Ministerio de Cultura inicie agresivas campañas para promover los buenos hábitos alimentarios.

Es hora que todos pongamos un grano de arena para resolver el problema de la seguridad alimentaria y nutricional.