Las naciones ricas y las grandes corporaciones se están inventando un nuevo negocio: la compra de tierras en los países pobres. Las naciones para asegurar las reservas de comida (soberanía alimentaria), y las grandes corporaciones para asegurar la rentabilidad, ya que las especulaciones en bolsa se volvieron un negocio incierto e inestable.
El tema es de Estado y de la mayor importancia y gravedad. Ya una multinacional coreana intenta alquilar por cien años la mitad de toda la tierra cultivable de Madagascar. China ha suscrito por lo menos treinta acuerdos de cooperación con países asiáticos y africanos y a cambio pide que le den acceso a la tierra para cultivar arroz, soya, maíz y plantas que produzcan biocombustibles.
Los países del Golfo Pérsico, sin tierra, sin agua y con muchos dólares están más interesados en la cantidad de tierra que van a comprar, que en su localización; por eso miran hacia África y Latinoamérica con ojos de codicia.
La gravedad del tema es total, solo piensen las consecuencias para la soberanía alimentaria, para las políticas de estado, para la estabilidad de un país, cuando una nación extranjera o una gran corporación, sea dueña de un tercio del territorio de un país pobre.
Paraguay, como consecuencia del asesinato de un agricultor que se negó a entregar su tierra a una multinacional, expidió una ley que impide a los extranjeros la compra de tierra paraguaya. Uruguay va por el mismo camino y Brasil está ajustando sus normas para hacer más transparentes los negocios.
Latinoamérica tiene mucha y muy buena tierra, gran parte en el trópico y con abundante agua. Los países desarrollados no tienen tierra disponible para cultivar, el agua es escasa y tienen mucha gente para alimentar y muchos dólares para comprar.
Decidámonos ya, Latinoamérica despensa del mundo, Colombia despensa de Asía, vendamos comida a los ricos (nunca la tierra) y así saldremos de la pobreza.