Colombia, con dos mares, 1.600 kilómetros de ríos, tres cordilleras, con excelentes suelos, con la mayor biodiversidad del planeta por kilómetro cuadrado, una extensión territorial de más de 1.100.000 km y tan solo 44 millones de habitantes, no puede tener hambre y mucho menos permitir que más del 50% de su población la sufra.
Un país sede del Centro internacional de Agricultura Tropical —CIAT—, cuyo banco de germoplasma conserva más de 35.000 variedades de fríjol y más de 6.500 variedades de yuca no puede tener hambre.
En los países nuestros existen más de 16 variedades de yuca arbórea o perenne, que produce yucas por más de 15 años y que es una solución como cultivo de pan coger de los pequeños productores. La misma yuca de la cual los habitantes de la India consumen sus cogollos tiernos y las hojas, que contienen el 7% de proteínas.
Latinoamérica y el Caribe, con variedades de fríjoles perennes que producen varios años como el Guandúl, tienen que motivar a sus agricultores a que merquen en su finca, predio o fazenda cultivando lo que comen.
Desde esta columna queremos que Colombia y todos los países de América Latina y el Caribe sean conscientes de la riqueza que representa esa gran biodiversidad. Esa biodiversidad permitirá alcanzar la meta que se propusieron nuestros países de lograr una América Latina y el Caribe sin Hambre en el 2025. Meta que será fácilmente alcanzable siempre y cuando sepamos aprovechar racional y sosteniblemente esa biodiversidad.
Queremos invitar a todos a que se sumen a la lucha por lograr un continente sin hambre. Invitamos a los Ministerios o Secretarías de Agricultura de América a que impulsen el uso racional e inteligente de esa biodiversidad, invitamos también a los centros de investigación, a la academia, a la industria privada y lógicamente a los agricultores a la campaña para lograr una América Latina y el Caribe sin Hambre en el 2025.