Trujillo grita

Por: Karen Mejía Soto

Es difícil hablar de un niño o una niña que lleva en su mente una carga pesada de trágicos recuerdos de su propio pasado y el de sus antepasados. El recuerdo de una vida injusta donde nunca existió la fantasía de un cuento de hadas o de superhéroes, donde el centro de entretenimiento era el trabajo que deja una marca imborrable en los pequeños cuerpos llenos de llagas y tierra en las uñas, cuerpos viejos y arrugados, efectos secundarios del trabajo en el campo.

Pero no es sólo el trabajo, no es la vida de pueblo, esta vez no es la pobreza ni la falta de oportunidades, aunque es claro que esos factores no se desprenden de esa realidad. El centro, la razón de las lágrimas, de las máscaras viejas y arrugadas que enmarcan las manos de los niños de Trujillo Valle sólo pueden evidenciar la más cruel muestra de violencia, la más funesta inhumanidad.

La masacre ejecutada hace ya más de veinte años en Trujillo, deja 342 víctimas de inimaginables torturas y hasta el día de hoy deja más de 40 millones de testigos silenciosos, todos los colombianos cobardes que no alzamos la voz por aquellos que gritan piedad y justicia. Fijamos nuestras miradas en problemáticas de índole político que terminan en guerras, conflictos que a fin de cuentas acaban involucrando víctimas inocentes, partidarios del centro como lo somos nosotros, como lo fueron ellos, campesinos luchadores que desafortunadamente ya lo pagaron, ya lo sufrieron y aun lo viven, esa tragedia existe en cada célula de su cuerpo, en cada ranura de sus dedos y en cada lágrima de sus ojos.

Un recuerdo de lo que fue y una incertidumbre de lo que será, refleja a Trujillo hoy, eso queda en sus habitantes, el miedo, la rabia y la tristeza de las familias y allegados, de todo el pueblo en general, que grita, grita a la impunidad, ruega a la justicia, llora a la inocencia y canta a la esperanza.  Hoy Trujillo grita, la Sonora canta y recuerda sus voces del pasado que aun retumban en la memoria de todos aquellos que fueron testigos en su momento y de los niños que hoy conocen la historia.