Inconsciencia hacia, contra y del periodista

Por: Karen  Mejía Soto

Es sorprendente conocer las cifras que muestran el decadente salario de muchos periodistas de este país. Como si escribir o investigar un hecho fuera una actividad tan empobrecedora como lo son  los bolsillos de quienes se les exige mostrar la verdad en toda su luminosidad.

Ante las consecuencias de esta situación saltan las críticas. El deber ser de un periodista abarca todo, desde su proceso laboral hasta su vida cotidiana, de ahí se destaca lo que su experiencia le aporta en su ámbito profesional, académico, meramente cognoscitivo y práctico, pero en su diario vivir entonces, según algunos ciudadanos y  muchos  de los dueños de las grandes empresas, debe tener unas condiciones precarias, sin garantías como ciudadano, con salarios que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, como si al ejercer esta profesión se tuviera descuentos en los supermercados o  en el pago de los servicios.

Allí se presenta el punto de quiebre, hoy en día los sobornos a periodistas abundan como “pan caliente”, el político de turno compra y asimismo beneficia económicamente al “lambón” que le escribe la nota, al “vendido” al “torcido” que le da la espalda al pueblo y le oculta la verdad. Pero dónde está el apoyo hacia el profesional, dónde está la ciudadanía cuando el periodista no tiene con qué comer o cómo sostenerse, cabe aclarar que la dignidad juega un papel importante en estas circunstancias y que es de admirar que muchos periodistas con tentadoras propuestas y billeteras vacías se resisten a pasar por encima de sus principios y convicciones.

A esta problemática se le suma la mediocridad de algunos medios que pretenden masificar la información y dejan de lado la esencia de las historias, hecho que ha simplificado la labor periodística y ha causado la pérdida de ciertos valores que eran propios del profesional y que ya no existen. Ya no hay investigaciones a profundidad, la búsqueda de fuentes es limitada, lo más fácil y rápido, los buenos escritores se salen del medio y quedan allí las imperfecciones en la redacción y la mala ortografía.

Son pocos los periodistas que se destacan por su buena labor y que al mismo tiempo reciben una gratificación económica suficiente, además de una gran admiración social, pero de esa minoría que cree en sus principios, que no han perdido sus valores y encuentran en sus narraciones la posibilidad de crear conciencia social, un  porcentaje se encuentra amenazado, otros se han tenido que ir del país, no existe garantías ni económicas, ni sociales ni por una parte ni por la otra.

Ese dilema se presenta diariamente en el ejercicio de esta labor, pero como lo afirma el dicho “hay gente pa’ todo” y definitivamente no hay conciencia, ni de los dueños del medio, ni de los propios periodistas, ni de la ciudadanía y mucho menos del sector público.