Etnociencias y etnodidacticas servidas con mermelada

                                                            

Para el año 2010 la crisis educativa y social de la comunidad del municipio de Tuchín en Córdoba y algunos pueblos aledaños alcanzo niveles alarmantes. Una larga lista de carencias en materia de educación y necesidades básicas insatisfechas se hizo evidente en varios municipios de la región debido a la ausencia de políticas estatales coherentes con las prácticas culturales de la etnia Zenú predominante en la zona de los resguardos indígenas de San Andrés de Sotavento y San Antonio de Palmito en  Córdoba y Sucre. Cuando las pruebas ICFES de ese año sentenciaron a este municipio con el rendimiento más bajo en el país se advirtió que la crisis educativa además de haber tocado fondo había empezado a escarbar. Fue entonces cuando de las reuniones entre autoridades indígenas y municipales e instituciones educativas surgieron reflexiones para contrarrestar la aguda situación escolar. El resguardo indígena Zenú se pronunció a través de su cacique mayor Edgar Espitia quien haciendo referencia al modelo educativo del gobierno  señalo  que “la escuela ha sido un arma de doble filo: sirvió para que nos pudiéramos comunicar con la sociedad y para defender nuestros derechos, pero hizo que perdiéramos lo propio. El sistema oficial despreció nuestra cultura y no la reconoce como poseedora de saberes importantes que se trasmitieron de generación en generación”.  A pesar del horizonte desolador la comunidad se envalentono en defensa de sus raíces y tomo las riendas de su propia educación con la formulación del proyecto “Sentir y pensar Zenú, un trenzado de nuestra educación”  un modelo pedagógico estructurado sobre cuatro pilares fundamentales: territorio, arte y artesanía, pensamiento matemático y naturaleza. Una propuesta contundente que enmarca la educación en el contexto propio y defiende sus códigos culturales, valores, creencias, costumbres y forma de ver el mundo manteniendo un perfecto equilibrio con los vertiginosos tiempos actuales.

Este es un claro y vivo ejemplo de etnoeducación pura y genuina y de que sí es posible poner sobre la realidad esa teoría que a veces se advierte lejana. ¿Qué papel cumple aquí la etnociencia? ¿En qué momento aparecen las tendencias etnodidacticas? Si observamos a fondo planteamientos como el de  Alexis Carabalí (La etnoeducación campo de articulaciones necesarias, 2006.) que señala la etnociencia como un sistema de conocimientos de un grupo humano particular en un momento igualmente particular de su historia, bajo la concepción de que la cultura es un sistema de cogniciones compartidas, podemos evidenciar  aquí un elemento del que se apropió la comunidad indígena de Córdoba y Sucre:  identidad. Teniendo en cuenta que toda ciencia obedece a principios de búsqueda de bienestar, aquí la etnociencia no es otra cosa que la ejecución cognoscitiva del propio raigambre cultural en busca de pervivencia de saberes propios. Es revestir los antiguos conocimiento con atuendos válidos y pertinentes en el tiempo presente. Como cada ambiente cultural es por antonomasia diverso, entonces cabe la utilización del plural etnociencias debido a que cada grupo social ajusta sus propios elementos cognitivos acorde con sus necesidades puntuales.

Una vez estructurados los fundamentos de la etnociencia aparecen como parte de su accionar las estrategias etnodidacticas. Por medio de ejercicios como un juego típico de una cultura o región se recogen los elementos básicos que la conforman, lenguaje y oralidad, formas de interacción y conductas compartidas; estos elementos se recontextualizan condimentados por una pedagogía coherente que haga uso del ambiente propio. Según  el docente Wayuu Robert Iguarán, el juego representa la relación conjugada de las actividades y conocimientos ancestrales para la transformación mental de los niños y futuros conservadores de su cosmología étnica. Hoy se hace también importante integrar a estas prácticas etnodidacticas el valor de la interculturalidad y la diversidad, pues el ostracismo cultural no favorece la interacción de ningún grupo social con agentes externos ni el enriquecimiento de su visión sobre el mundo contemporáneo. Los valores representacionales de cada cultura son a diario y de mil maneras replicados, la forma de saludar, la alimentación, el juego y las cotidianidades que parecen triviales encierran un alto contenido de códigos consuetudinarios; de aspectos como estos se nutren  las etnodidacticas en su propósito de reproducción y preservación de saberes. Los indígenas del resguardo de San Andrés de Sotavento encontraron que su artesanía encierra un alto contenido cognitivo-cultural y no dudaron en incluirla como parte vital de su proyecto pedagógico. Una fiel muestra de la perfecta y pertinente aplicación de herramientas etnodidacticas.

Hay dos elementos sobresalientes planteados por Gonzalo Rafael Solano en su artículo “Etnodidacticas: contexto fértil para la investigación etnoeducativa” (2001) y que tienen directa relación entre el proceso de educación propia abordado por la Universidad de la Guajira y el mencionado modelo educativo sembrado en Córdoba. El primero se refiere al rescate de la oralidad como sistema de trasmisión de saberes teóricos por parte de los viejos a los jóvenes tanto de la comunidad Wayuu como de la etnia Zenú. Promueve un conocimiento profundo del ambiente y las formas de aprovechamiento sostenible de la naturaleza en armonía con el individuo, de este proceso se extrae un doble beneficio en cuanto a la medicina tradicional para la comunidad y la preservación de la naturaleza como fuente primaria de vida. Las estrategias de enseñanza, según Solano, incluyen la caminata por el bosque del anciano y el joven en la que éste último solo observa y escucha, como también las historias alrededor del fogón, donde el sabio habla sobre los orígenes del mundo para su cultura y el papel que debe cumplir su pueblo en la historia. Con palabras los jóvenes son llevados de paseo por el universo, la creación y el origen. La figura del viejo conocedor «putchipuui” o palabrero encarna la mística de la etnia Wayuu que deposita en su sabiduría temas tan cruciales como el destino, la muerte, los sueños y el dialogo pacificador por lo que se erige como modelo de vida y sabiduría para los jóvenes. Vemos así dos formas de pedagogía cautivantes que nos ponen en la mesa un poco de etnodidactica servida con mermelada. El segundo elemento es la íntima relación que estos ejercicios tienen con el territorio propio, estimulan un sentido profundo de pertenencia y responsabilidad de preservación. Para los Wayuu tanto como para los Zenues la identidad está anclada al lugar de nacimiento y todo lo que este contiene es parte intrínseca del individuo, la familia y el clan.

La realidad y la teoría caminan siempre más juntas de lo que pensamos. Con estos ejemplos queda evidenciado que es posible articular los conceptos teóricos de etnociencias y etnodidacticas en ejecuciones palpables que aporten en la construcción practica de realidades  sociales alternas, especialmente en materia de educación, pues en última instancia eso constituye el propósito fundamental del quehacer etnoeducativo. El juego y el cuento son el dulce didáctico que hace agradable la digestión de la teoría.

Jose Hoyos.

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La escuela: espacio de reconocimiento de la interculturalidad

Imagen multiculturalismoSi entendemos la política como la actividad del ciudadano cuando participa en asuntos públicos ­–o el arte con que se conduce un asunto, en una acepción menos rígida- entonces el acto pedagógico es, por naturaleza, un acto político. De manera que como todas las culturas están cimentadas sobre relaciones de poder, sostienen una enorme responsabilidad educativa sobre los sujetos que las conforman. Cuando hablamos de culturas también hacemos alusión a los individuos que les dan vida, éstas no tendría lugar si cada uno de ellos no contara con facultades identitarias únicas. Reconocer esas identidades en medio del cambiante escenario social actual y además asignarles validez con el ingrediente ético requerido en medio del despliegue voluminoso de movilidad producto de la mundialización de hoy es el reto al que se enfrenta la escuela.

El escenario de la escuela es por excelencia el espacio donde se forma y solidifica la identidad y el lugar más propicio para la socialización y el fortalecimiento de vínculos extracurriculares, esa interacción es el origen mismo de las identidades. Actualmente en la escuela confluye una vasta variedad de prácticas culturas que se interrelacionan y se nutren mutuamente, son tan diferentes como complementarias, tan distantes como dependientes, tan propias como ajenas. La interculturalidad es la fuerza que orbita sobre la diferencia existente entre esas culturas, es la validación de la diferencia. La relación entre  multiculturalismo e interculturalidad se puede trazar en palabras sueltas: el multiculturalismo apropia, pregona; la interculturalidad practica, aplica. Ningún escenario más apropiado que la escuela para la conquista del concepto de la otredad, para entender lo contraproducente de poner la cultura propia como superior o dominante, para la práctica cotidiana de lo que políticamente se describe como reconocimiento e inclusión.

Para ilustrar el papel de la escuela en la formación social incluyente podemos citar de William Ospina un aparte de su memorable discurso “Preguntas para una nueva educación” donde habla del carácter aislado y solitario del poeta Percy Shelley que tercamente perdió la vida por empeñarse en navegar en medio de una tormenta. Su mujer debió trasladarse con sus hijos a Inglaterra y al llegar a un colegio para ingresarlos pregunto cuáles eran los criterios de educación en esa institución: “Aquí enseñamos a los niños a creer en sí mismos” le dijeron. Espantada respondió: “Eso fue lo que siempre hizo su pobre padre. Yo preferiría que les enseñaran a convivir con los demás”.  Esa facultad sagrada –saber convivir con los demás-  tendría que ser el principal componente de los procesos educativos actuales y con mayor razón en un territorio donde interactúan tantas manifestaciones culturales como Colombia.

Diferencia y diversidad son conceptos distantes y a la vez análogos. La diversidad implica propuesta de reconocimiento mientras la diferencia delimita un espacio y alude relaciones de poder, enfatiza en que existen variedades de conductas, creencias y prácticas que solo pueden ser apropiadas mediante el conflicto, el mismo que constituye el principal elemento en las interacciones del niño (sujeto en formación) durante su convivencia en la escuela con los otros. Es allí donde estos dos conceptos tienen que hacerse complementarios ya que por ser partes fundamentales de un todo intercultural no pueden entregarse por separado. Sobre este aspecto afirma Charles Taylor que “la exigencia de reconocimiento se vuelve apremiante debido a los supuestos nexos entre reconocimiento e identidad (…) nuestra identidad se moldea en parte por el reconocimiento o por la falta de éste”. Así encontramos que términos como diversidad y diferencia tienen una relación semejante a reconocimiento e identidad en la medida en que se dan mediante el conflicto, la contradicción, el choque de culturas y el contraste de símbolos y subjetividades, todos estos  son ingredientes propios de la levadura con que se amasa la vida escolar.

Jose Hoyos.

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Reflexiones sobre la didáctica de las ciencias sociales

Análisis comprimido

El mundo contemporáneo transita por un tiempo de cambios vertiginosos. Las ciencias sociales, entendidas como uno de sus principales observadores analíticos, deben mantenerse a la par de esos cambios. Acondicionarse, ampliar su campo de estudios (interdisciplinariedad) y observar los fenómenos sociales con una óptica cada vez más detallada y rigurosa, es el fundamento inicial del texto que da título a esta publicación.  Para sintetizar la temática que aborda, podemos ajustarlo con la idea de Darwin que  plantea prioridad en la supervivencia, no para el más fuerte ni para el más inteligente, sino para quien mejor se adapte. Esa adaptación a las nuevas manifestaciones sociales contenidas en las sociedades posmodernas al igual que los planteamientos refrescantes que requiere la educación para su abordaje, es el fundamento e invitación que el texto hace a la escuela (profesores, alumnos y conocimiento) entendida como el escenario excepcional de interacción social e integración disciplinar. Desde este punto de vista, es lógico que se invite a los actores del escenario educativo a ser partícipes de esa transformación entendiendo las ciencias sociales como un sistema interrelacionado entre sí, reciproco y complementario, cuya demanda principal es la apropiación. La condensación de diferentes miradas epistemológicas (sociológica, histórica, antropológica, entre otras) sobre algún fenómeno social especifico, logra la unificación de conceptos teóricos, que más adelante, mediante la investigación, dará como resultado la apropiación de la teoría y formulación de planteamientos propios.

En líneas generales, la metodología investigativa contenida en las ciencias sociales asume un distanciamiento del camino lineal por contener sujetos y situaciones cambiantes. El método científico empleado en la investigación social debe hacerle el quite a la rigidez, es amigo de la flexibilidad siempre que ésta no transgreda los límites del marco teórico. (Véase: La trama interétnica. Anne Marie Losonnczy. 2006). Siempre que se hable de investigación social, es importante hallar el equilibrio disciplinar entre teoría (ciencias puras) y análisis de datos  (realidad). En  la exposición e interpretación de datos, la subjetividad juega un importante papel debido a que también el investigador es sujeto de investigación. Del grado de apropiación, formación y competencia del investigador, depende que esa subjetividad este atravesada  por un componente practico, útil, razonable y lo más fiel posible a la realidad contextual. Precisamente esa mirada global que durante el proceso de aprendizaje proporcionan las disciplinas en conjunto, evita la mirada fragmentaria de la realidad.

La importancia de la didáctica (enseñanza-aprendizaje) durante  la escuela, radica en el nivel relacional entre profesor, estudiante, entorno, currículo y conocimiento sobre una base pertinente  y coherente. La propuesta de educación programática de Paulo Freire, incluida aquí, tendría total afinidad.  El proceso incluye, más que el aspecto informativo, el formativo como agentes de cambio.  La competencia formativa abriga tanto al docente como al estudiante. Esto exige de una percepción, formación y visión integral en cuanto a prácticas pedagógicas docentes en comunión con la mirada holística del estudiante. En resumen, en lo que a la integralidad docente se refiere, el texto propone elementos como estos:

  • Valores propios y conocimientos disciplinarios
  • Conocimiento sincrónico del contexto
  • Contenidos curriculares pertinentes
  • Practicas pedagógicas incluyentes

 

Adicional a esto, cabe señalar la importancia de la rigurosidad ética en el docente, quien en ultimas es un modelo para los estudiantes. La ética de las convicciones no siempre está en sintonía con la ética de las responsabilidades. En el ámbito institucional es recurrente esta dicotomía; apelar al sentido común individual y profesional puede servirle al docente como vacuna contra la viruela del institucionalismo.

En materia de temáticas y metodologías, el texto hace dos precisiones sobresalientes que pueden hablar en consonancia con la Etnoeducación: una es el enfoque de las ciencias sociales en contextos particulares como resguardos indígenas y población vulnerable, y otra es la cobertura disciplinar en la labor docente, aquí evidente en el programa por alojar una amplia gama de elementos disciplinares, factor que puede prestarse a confusión y a una exploración apenas somera de cada disciplina sin ahondar lo suficiente para su completo aprovechamiento. Sobre esos dos aspectos pueden recaer problemas de orden curricular y formativo en perjuicio tanto de los estudiantes como del programa y de la comunidad misma.

Como epilogo, el texto deja el planteamiento de una  formación-visión  integral tanto en el docente como en el estudiante, la relación que ambos tienen con el conocimiento interdisciplinar en sentido hermenéutico. Implícitamente se invita a la participación del estudiante en la medida en que ponga una curiosa mirada epistemológica sobre su realidad, en que se indague sobre los fenómenos sociales que le tocan la piel. La apropiación de las ciencias sociales integrales tendría que dar origen a un activo agente de cambio.

Jose Hoyos.

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